viernes, 27 de noviembre de 2009

Sus palabras se quedaron en el aire, flotaron. Luego, rápidamente, volaron hacia mí y comenzaron a rodearme, me obligaron a contestar. Cerré los ojos, la única manera que conozco para protegerse de los ataques de las palabras. Me cargué de fuerza, podía contestarle. Abrí los ojos nuevamente, las palabras seguían allí, no les presté atención. Miré sus claros ojos, fijamente, imitándola. Me fijé en todo y cuando iba a apartar la mirada, descubrí algo nuevo, tenía miedo. ¿Miedo de mí?
No me extrañaría.
¿Miedo de perder?
Lo más probable.
Decidí que esa batalla ya estaba ganada por lo que no aparté la mirada, aguanté y gané.