viernes, 30 de octubre de 2009

La alegría.

Lenta, muy lentamente, se fueron dando cuenta de que todo había acabado. Se abrazaron, se besaron, todos se alegraron. No se dieron cuenta de que una niña se alejaba, de que yo me alejaba, de que yo me acercaba a las cenizas, de que yo las recogía y, silenciosamente, las guardaba. No se dieron cuenta. Por eso cuando regresé no me preguntaron a dónde había ido. Tan solo me abrazaron, me besaron, se alegraron, como a una más. Cómo si yo fuese una más.